domingo, 2 de febrero de 2025

Las razones de los veterinarios

 

Un veterinario inspecciona una granja de aves tras un brote de Gripe Aviar en Arbeca, Lérida.

Europa Press

Una receta veterinaria que implique la utilización de antibióticos necesitará ser refrendada por un supervisor externo.

Por Miguel Del Pino Catedrático de Ciencias Naturales.

Los veterinarios se manifiestan en Barcelona este domingo 2 de febrero, y no hace falta ser adivino para pronosticar que a tal manifestación seguirán otras muchas en toda España, porque la apisonadora intervencionista de este ¿gobierno? se atreve a objetar sobre su capacidad profesional para emplear antibióticos en la práctica de su especial y difícil práctica clínica, y pretende hacerles pasar por filtros que bien pueden calificarse de intervencionismo en su praxis. Aquí no se salva nadie.

Es un buen momento para recordar que, en nuestros programas de estudios universitarios, la veterinaria es una carrera de categoría superior, con cinco años de estudios, gran complemento de prácticas y vocacional, sobre todo vocacional. Su praxis debería mantenerse a salvo de intervencionismo por parte de burócratas y demás parasitosis. Es buen momento para agradecerles los esfuerzos que rinden a nuestra sociedad.

Luchar contra la resistencia a los antibióticos
Esta es la principal excusa que nuestra Administración, enferma sin duda de burocratitis aguda, complicada con intervencionitis crónica aliada con profunda incompetencia, se presenta ante los profesionales veterinarios para objetar y poner trabas en forma de supervisiones y controles a sus recetas de antibióticos destinados a la terapéutica animal.

Como decía la genial Mary Santpere en uno de sus cómicos monólogos, para meterse en tales terrenos profesionales ajenos, hace falta valor…y cara.

Tradicionalmente el ejercicio de la profesión veterinaria ha venido siendo objeto de incomprensión, maltrato e intervencionismo por parte de una sociedad que mucho le debe, tanto a niveles de control de alimentos, de prevención de enfermedades del ganado, algunas de peligrosa transmisión al hombre, y de tantas otras cuestiones, tanto bromatológicas como sanitarias y zootécnicas. Esta vez, hablando coloquialmente, parece que nuestros veterinarios "se han hartado".

Una receta veterinaria que implique la utilización de antibióticos necesitará ser refrendada por un supervisor externo, lo que quiere decir que la titulación universitaria y profesional del colegiado que la expende no será suficiente garantía para quienes, desde su obsesión por controlar, se colocan en un plano superior al veterinario clínico que ha diagnosticado y recetado la terapia. ¿Esto no es un atropello y un posible intrusismo?

La Ley de Bienestar Animal es culpable
Las medidas de control previstas para las recetas veterinarias afectan especialmente al mundo de los animales de compañía, es decir, se relacionan de manera directa con el llamado "bienestar animal"; cargar de burocracia y de dilaciones la práctica diaria en la clínica de mascotas puede suponer una sentencia de muerte para gran número de animales domésticos, y, por favor, que nadie piense que exageramos.

El diagnóstico de las enfermedades de las mascotas y la prescripción de la correspondiente receta suele ser respectivamente difícil y urgente. El diagnóstico se basa sólo en la interpretación de signos, ya que los animales no pueden expresar síntomas, o señales subjetivas, que sirvan de orientación a los médicos en la práctica de la anamnesis de las enfermedades humanas. Este plus de dificultad hace especialmente admirable el acierto de los veterinarios en su trabajo diario en clínica.

La prescripción y aplicación del tratamiento necesario para salvar la vida de la mascota, decimos que es muy urgente: es frecuente que los propietarios acudan muy tarde a la consulta por detectar con dificultad las señales de enfermedad en la misma y no hay tiempo que perder, ni para análisis microbiológicos ni para muchas pruebas objetivas que asegurarían el diagnóstico. Burocracia, en veterinaria, viene a ser sinónimo de fracaso.

La reglamentación, burocrática por excelencia en lo que se refiere al control posterior a la receta veterinaria, forma parte de la interpretación del mundo del animal doméstico por parte de quienes pretenden intervenir en el mismo desde el terreno de la falta de conocimientos.

¿Evitar la resistencia a los antibióticos? Vamos a conceder a los legisladores el beneficio de la buena intención, pero no olvidemos el dicho "de buenas intenciones están los infiernos empedrados".

Mientras se quiere limitar la soberanía de los veterinarios, especialmente de los especializados en animales de compañía, nuestras autoridades parecen no objetar a la intervención de legos en veterinaria y en biología en cursos, cursillos y cursillitos diseñados para la formación de quienes van a convertirse en dueños de mascotas. ¿Recuerdan aquello de "el maestro Ciruela"?

Agradecimiento a los veterinarios
A partir de los pasados "años setenta" la profesión veterinaria experimentó una verdadera evolución: si hasta entonces la mayor parte de los veterinarios se dedicaban a la bromatología y la ganadería de consumo, a partir de tal fecha tuvo lugar la incorporación de numerosos estudiantes, hombres y mujeres, al mundo de la clínica de mascotas.

¿Consecuencia? Aumentó notablemente la longevidad y el bienestar de estos animales, se adquirieron nuevos conocimientos sobre sus cuidados y sus enfermedades, se minimizó el riesgo de zoonosis y cambió el concepto de responsabilización de los dueños respecto a sus animales queridos.

No es extraño que los veterinarios se quejen al ser minimizados en su credibilidad: no son los únicos, porque la plaga del intervencionismo y la falta de respeto a la titulación profesional, paralela a los intentos de ocupación de puestos para los que no están capacitados, por parte de verdaderos "frescales", que hubiera dicho hace años un castizo ocurrente, están a la orden del día.

Veterinarios, gracias por vuestra preparación y vuestros esfuerzos en nombre de todos los "gatófilos", "canófilos", "ornitófilos", "ictiófilos", y hasta "iguanófilos". Ya me entienden.

Ver noticia original con sus detalles en: Libertad Digital

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